19.5.06

El hacha

La frontera de la basura. Un piano destrozado en un callejón es un desperdicio camino del vertedero. Un piano destrozado cerca ya de la cumbre del monte más alto del Reino Unido, el Ben Nevis, se convierte en un misterio. Aunque quienes lo encontraron andaban buscando basura, para dejar el monte, que no es tan alto, bien limpio. Aunque buscaban basura, se toparon un misterio. Había allí arriba, a 1.344 metros, al norte de Edimburgo, hueco para una historia.

Dicen las crónicas del hallazgo, que el piano lo encontraron 15 voluntarios, que ya es difícil que lo hayan visto todos a la vez. Pero quizá este reconocimiento coral de un piano en lo alto de un monte haya contribuido al embellecimiento del misterio, porque la basura la encuentra cualquiera, y no andarían los 15 buscando juntos, amarrados del brazo, los envoltorios de chicle de los excursionistas. Pero no es sólo eso. El piano del callejón es un piano sin historia. Ha contado su cuento, lo conocemos, y eso ha matado el interés que podría llegar a despertar. El piano del callejón que espera a los basureros descansa donde debe hacerlo. Pero el del Ben Nevis tiene todavía todo por contar. Le faltaba el teclado, por ejemplo, y las crónicas insisten en esa ausencia como si en ella cupieran todo el misterio. Sin embargo, diría yo que esa ausencia puede precisamente terminar con todo el misterio, porque podrían habérselo llevado, tecla a tecla, 88 excursionistas de los que tiran el envoltorio del chicle, o el bote de la fabada. No, no apoyaría sobre la ausencia del teclado todo el peso del misterio. Ni siquiera sobre el paquete de galletas caducada en 1986 que también encontraron bajo el piano. A falta del carbono 14, cualquier cosa servir para fijar una fecha.

No, tampoco en la caja de galletas. En lo que no se puede dejar de pensar es en el grupo de personas que lo acarrearon hasta allí, quizá haciendo turnos, y también en los otros excursionistas que los vieron. Y en otros más, los que estaban cerca el día que los basureros de las cumbres agarraron el hacha y terminaron de despedazar el piano, y con él todo el imaginable misterio.

Lo cuentan: The Guardian, The Telegraph y El País, por ejemplo.

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