Todas esas maletas sobre la pista de aterrizaje. En hileras. Hasta ayer, sólo había visto esa formación dibujada con ataúdes. Lo que queda de uno, indefenso ya, recién llegado de la guerra, expuesto como en un aparcamiento. A veces con una bandera sobre la tapa. Pero los que iban ayer en este vuelo de la United Airlines que se desvió a Boston todavía estaban vivos. Y así, vivos, no es posible colocarlos en formación sobre la pista. Se ve que, en vida, la indefensión de terminar en un escaparate afecta sólo al equipaje. De momento.
Pero revisen mentalmente el contenido de sus últimas maletas, esos artilugios que permiten seguir vivo. Cortauñas, calcetines, gorro de baño, cuaderno de notas, fijador de pelo, analgésicos, botella de vino, tapones de cera, ordenador portátil, las canciones del ipod, el libro, los libros. El equipaje es la vida. Aseguran ahora que en ese avión de la United no iba una terrorista, sino una histérica. No llevaba, dicen, ni un bote de vaselina, ni un destornillador, ni una caja de cerillas, ni una notita con instrucciones de Al Qaeda. Pero no le hizo falta: allí dejó, sobre la pista, destripadas las vidas de aquella gente, entre las que paseaba olisqueando un perro, como el que escruta siempre los cadáveres en los parques, por si queda algo.
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17.8.06
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