Hay una chica que se llama Alexandra Davies y que dice que ha desentrañado definitivamente el secreto de los poemas de Dylan Thomas. Dice eso, pero me parece que lo que quiere decir en realidad es que ha desvelado el secreto de la poesía toda. Me atrevo a decir eso porque Davies, además de tener 27 años, estudia un doctorado en Lengua inglesa en la Universidad de Hull. Dylan Thomas era disléxico. Hala, ya está.
Ha dedicado los últimos tiempos a escudriñar los papeles en los que había escrito a mano el poeta que dejó en 18 whiskies el récord del White Horse. Según Davies, la caligrafía es “nítida, pero muy infantil”. Pero no se crean: no dice lo de la dislexia sólo por la caligrafía. También ha identificado como síntomas sus conocidos problemas de concentración y el uso anormal que hacía del lenguaje. Esto último viene a significar, más o menos, que Dylan Thomas escribía poesía del mismo modo que el árbitro redacta actas de los partidos: porque no le quedaba otro remedio. Según la teoría que llevará a Davies directamente a convertirse en doctora, si Dylan Thomas hubiera intentado escribir el documento de un árbitro, le habría salido inevitablemente un poema loco y abrasado. No podía hacer otra cosa el pobre: es que era disléxico. Sus problemas de concentración, al menos para algunas tareas, son algo más discutibles. En Nueva York, por ejemplo, se aplicó a batir el récord del White Horse con innegable constancia. Después del whisky 18, cayó desmayado, pero eso no pudo quebrar la línea de su propósito. Al despertar, se tomó unas cuantas cervezas, que le llevaron directamente al hospital en el que murió de intoxicación alcohólica.
Dice la estudiante Davies que esta disfunción cerebral que le ha encontrado a Dylan Thomas en los poemas concede ciertas “ventajas a los escritores”. Es raro que lo diga ella (disléxica y poetisa también), porque a mí toda esta historia me suena a la fascinación por el zurdo, esa extrañeza que coloca un peldaño por encima a todo aquel que golpee con la misma pierna que Maradona. Ah: Tom Cruise también es disléxico. Deberían avisarle.
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1.9.06
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La doroctanda tiene zarrón. Alfred Jicho era estrábico y triscaidecáfobo. Beethoven era gordo. Viva la onicofagia.
ResponderEliminar¿también quieres ser poeta maldito?
ResponderEliminar¿Falta una coma después de "poeta"?
ResponderEliminarNo es lo mismo poeta maldito que maldito poeta.
No quiero elegir yo eso.
ResponderEliminarAnder, me he hartado de reír.
ResponderEliminarYo queríua hacer un comentario serio y se me ha ido la idea...
Ah, sí: Casi todos los escritores a quienes he entrevistado me han dicho que están inevitablemente condenados a escribir. Creo que nos sucede a quienes escribimos, que no podemos dejar de hacerlo.
Malditos académicos. Siempre le quitan a todo la poesía...
ResponderEliminarPues algunos escritores, más que condenados a escribir, deberían ser condenados POR escribir.
ResponderEliminarVa un poema titulado "Poesía":
Poesía, poesía,
yo poesía un gato
y se me escapó
el muy perro.
Malditos académicos, maditos poetas, poetas maldicos, académicos malditos, ¿académicos poetas? Malditos todos.
ResponderEliminarBenditos académicos, benditos poetas, académicos benditos, ¿académicos poetas? Benditos todos.
ResponderEliminarVeo que vuelves en forma.
ResponderEliminarVolví. No sé si en forma, pero volví.
ResponderEliminarEl lugar no me defraudó era todavía mejor que en mis recuerdos de infancia...
Lisboa es casi mejor que un recuerdo: hay pocos lugares así.
ResponderEliminarEs un lugar muy especial. A mí me ha impactado más que Praga y fíjate lo que se habla de una y de otra, por lo menos en España.
ResponderEliminarNo pretendo hacer una comparación, tan sólo trato de mostrar el impacto que me ha causado Lisboa que fue mucho mayor que el de Praga, a pesar de conocer más la cultura lusa.
Pues ya verás cuando pruebes Budapest.
ResponderEliminarConozco Budapest y me ha gustado mucho. Un lugar de transición entre la Europa oriental y la occidental. Una riquísima cultura. Unas excelentes gentes. Los balnearios. El Danubio NO-azul...
ResponderEliminarCasi me voy a vivir allí.