5.1.07

El túnel y la memoria

De vez en cuando las redacciones se convierten en túneles. Llega por ejemplo el atentado de la T-4, con sus dos muertos, y la redacción, con todos sus pasajeros, entra en ese túnel a toda velocidad. Era sábado, 30 de diciembre, el puro medio de las navidades, pero dejó de serlo casi instantáneamente. El túnel no se encuentra en ninguna parte, en ningún calendario.

Después de seis días perdido en su interior, si se intenta mirar a través de una de las ventanitas del túnel, para comprobar si fuera es de día o de noche, o por dónde está atravesando, se ve algo así como febrero. Han desaparecido, mientras se circulaba por el gusano, la navidad, los reyes, las rebajas. Es imposible que la de hoy sea la noche de los regalos. No se puede creer que se empiecen a formar ya colas frente a las pastelerías para elegir roscones. Todo eso ha quedado atrás, y al mismo tiempo se ha convertido en un recuerdo vacío: ha pasado, sí, pero no ha dejado rastro alguno fuera de esa certeza de que ya ha sucedido, de que el camino ya no pasa por ahí. Circulo estos días por la redacción con la seguridad de que esta tarde no van a salir los niños a ver las carrozas y las coronas, a intentar que los caramelos volantes no les revienten un ojo mientras sus padres los mantienen controlados tirando de sus bufandas. Ni siquiera es un recuerdo inventado. Quizá sólo una casilla de la memoria estropeada. Todo eso provoca el túnel. Y también otro sentimiento, que va enganchado a éste: la percepción de cierta perversidad en pensar de vez en cuando en el túnel este, y en los agujeros futuros de la memoria, y en las luces de la ciudad que ya no veo al regresar a casa (aunque estoy seguro de que siguen en el mismo lugar). Pensar en todo eso en lugar de en los dos chicos asesinados cuando se acurrucaban en sus coches, dormidos; uno de ellos escondido del frío bajo una manta.

Pero también es cierto que quizá esa misma manta sea bajo la que desaparecen estos días del calendario que me faltan y que ni siquiera echo de menos. Y que el único lugar sea este túnel donde ahora escribo. Desde febrero ya.

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8 comentarios:

  1. David, me has conmovido profundamente. De verdad.
    Yo tambien me siento dentro de ese tunel que casi parece un insondable pozo y lo peor es que no sé si la luz que se vé al fondo es el sol o un tren que avanza desbocado hacia nosotros.
    Gracias.

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  2. En este caso la luz al final del túnel, era un tren que se aproximaba...

    Ojalá se pudiera ver algún día la luz del final.

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  3. Estamos en la noche de Reyes.

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  4. Los Reyes no existen...

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  5. Sí que existen, si...

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  6. Brillante, David, como siempre... Intento imaginar esa sensación (la de saber que pasó lo que pasó, cerca, dolorosamente), pero estoy lejos y me resulta imposible. Algo me llega, sin embargo, a través de tus palabras.

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  7. Pues yo creo en los duendes. O mas bien en la magia, en cualquier cosa que te aleje de aquello. Porque pensar en ello me lleva a darme cuenta que nada es seguro, que todo puede ser cuestion de estar en el momento equivocado en el sitio equivocado. Otro tunel distinto.

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  8. A veces puede funcionar. Pero sólo hasta el final del día.

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