9.2.07

La búsqueda de Seracini

Si yo fuera Mauricio Seracini, ahora mismo no sabría qué desear. Lleva 32 años buscando una obra de Leonardo da Vinci, un fresco llamado La batalla de Anghiari, que parece que pintó en 1505 sobre una pared del Palazzo Vecchio de los Médici, en Florencia, y que se pudo ver por última vez en algún momento de la década de 1560. Ahora dice que está seguro de saber en qué lugar del palacio se encuentra, y le han dado permiso para mirar. Pero a pesar de lo que cuentan sus palabras, ¿de verdad quiere hacerlo?

Su teoría es que esa batalla, que los historiadores consideran el mejor cuadro de Leonardo sin haberlo visto, se esconde detrás de un fresco de Vasari. Al principio, en 1977, Seracini pensaba que Vasari había pintado directamente encima, pero dos décadas después, en 2000, encontró una minúscula grieta en el muro de este segundo fresco. Eso cambiaba todo: se sabía que Vasari había hecho reformas en aquella habitación, y quizá una de ellas había sido levantar un nuevo muro delante del de la batalla, a unos pocos milímetros, para pintar sobre él su propia inmensa batalla. Ahí estaba. Sin embargo, en 2002, las autoridades locales le pararon los pies. Prohibido seguir buscando. El Ayuntamiento de Florencia acababa de construirle una metáfora perfecta, con el cuerpo suficiente como para echarla un día abajo a mazazos. Seracini podía entrar en aquel palacio de los Médici y contemplar el muro contra el que se estrellaba su vida. Tres décadas, podía pensar, reventadas contra estos caballos que se revuelcan entre lanzas. Estaba el muro ese levantado casi 500 años antes, y estaba también la grieta en el muro, por donde soñaba colarse para desembarrancar sus deseos. Es posible incluso que, a pesar de mirarlos, no viera ni la pared ni la pintura de Vasari, sino que allí sólo encontrara la grieta.

El año pasado le devolvieron el permiso para buscar, aunque debía hacerlo sin tocar el fresco de Vasari. Me da la impresión de que él también duda si quiere echar un vistazo al otro lado. Quizá secretamente se alegre de que para seguir necesite máquinas que dice que todavía no se han inventado.

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