8.2.08

Memoria

Tengo localizado con mucha precisión el lugar con efectos más extraños para mi memoria. Se trata de uno de los laterales del paseo del Prado, un tramo de calle ancha que discurre entre el Museo Naval y el Palacio de Comunicaciones. Dejando a un lado la de ayer (cuando detuve la moto para anotar lo que me sucedía allí), sólo puedo recordar haber atravesado esa calle una vez, el día que Luis me contó que en verano, en Sevilla, cuando los semáforos se ponen en rojo, los conductores no llegan hasta ellos, sino que paraban bajo el último pedazo de sombra, aunque sea a cien metros de la raya. Esto, que parece una bobada, a mí me tiene muy intrigado.

Ayer, cuando pasé por allí volví a recordar los coches sevillanos apiñados intermitentemente en las sombras. Lo recordé y me di cuenta de que aquella imagen sólo la recordaba en ese trecho de calle, que nunca, en ningún otro lugar la había visto, o había pensado en ella. No existía, salvo allí. Como si el recuerdo de aquello que me contó Luis fuera un libro, que cuando está cerrado no es un libro, sino la foto de la cubierta, o una cuña para calzar una mesa, o una cama desequilibrada. No existe como libro, del mismo modo que esa calle sólo existe habitualmente como calle y no como recuerdo, o como charla, o como el día completo en el que sucedió aquel rato que circulamos en coche por un Madrid desierto y abrasador. Pero no es sólo eso. Está también otra certeza. Pasar por ese tramo entre el Museo Naval y el Palacio de Comunicaciones es siempre hacerlo por segunda vez y decirme: mira, aquí es donde Luis me dibujó coches apretujados bajo la sombra, como leones en la sabana. Es eso y no: mira, aquí es donde siempre me acuerdo del día que Luis me contó que son más importantes las sombras que los semáforos.

Por eso ayer, al darme cuenta, me detuve. Me hice preguntas sobre el funcionamiento de la memoria y su posible relación con las sombras del Museo Naval. También sobre qué sucederá el día que vea, en un verano de Sevilla, los coches agrupados. Y, claro, si Luis tiene la menor idea de lo que estoy hablando, y qué ha sucedido con su recuerdo de ese día.

6 comentarios:

  1. Extraños los juegos de la memoria.. El enlace y concordancia de cosas, actos, colores u olores con las cosas más inverosímiles.

    Si conocieramos los entresijos del entramado neuronal donde se almacenan los datos, nos sorprendería que dispara según que señal.

    Saludos!!

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  2. Presa de una memoria vila-matiana. Tremendo.

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  3. Tampoco estoy seguro de querer conocer todos los entresijos. No sé.

    Y, J., insisto: provocador.

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  4. Son muchas las veces en que me dejas en silencio, pero no porque nada tenga que decir, sino porque tengo mucho que pensar.

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  5. Ahora me quedo yo en silencio.

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  6. A partir de ahora yo recuerdo esto en tu memoria, porque recuerdo habértelo contado pero no el sitio ni el momento.

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