13.9.14

No ser calvo

Contra la calvicie también se ha probado la escritura. Lo ha hecho Alexis Ravelo, que escribió El viento y la sangre, e inventó luego a M. A. West para atribuírsela. Que el camino de Ravelo haya superado ampliamente en complicación al habitual de bajar a la farmacia o navegar un rato por internet, se debe, quizá, a que él intentaba escapar de algo más que de la alopecia: “Ha sido una máscara para demostrarme que no soy un escritor canario, español o calvo, sino, sencillamente, un artesano, un escribidor”.

Para no ser canario, español ni calvo, Ravelo decidió nacer en Cincinnati en 1927 y escribir en 1950 una novela pulp ambientada en un pueblito de Dakota del Sur. Y eso debe de ser el reverso de todo aquello de lo que huye, al menos, uno de los posibles reversos. En general, a los lectores españoles, que como Ravelo no han estado nunca en Dakota del Sur, les pareció que la novela podía haberla escrito perfectamente un tipo de Cincinnati del siglo pasado. Por poco que se sepa de ellos, uno espera ciertas cosas de los escritores pulp, del mismo modo que los escritores de perfiles esperan otras de, por ejemplo, Ana Patricia Botín. En 1999, dos periodistas de El País compusieron una pieza ahora especialmente célebre por haber desaparecido, en la que interrogaban sobre sus propias expectativas de Botín a un antiguo miembro del servicio: “¿Qué comen los ricos? ¿Era una casa de gustos exquisitos? ‘Para nada; la realidad es mucho más prosaica de lo que uno se puede imaginar. Comían macarrones, arroz, mucha verdura. Y les encantaban las sardinas, chicharros y bocartes, siempre que fueran de Santander’”. La combinación de macarrones y ricos debe de ser algo así como la de un canario calvo escribiendo novelas con un secuestro y una maleta hinchada de dólares. Sin un palacio y un tipo de Cincinnati, pasa uno de largo. Y Ravelo no quería eso.

En su búsqueda de cabellera, Ravelo quería que su texto “se explicara por sí solo”; aunque le colocó al lado a M. A. West, en lugar de inventar, pongamos, un vietnamita que narrara Dakota del Sur. Ahora que ha vuelto a ser calvo y español, lo prodigioso sería una novela costumbrista canaria firmada por ese M. A. West de Cincinnati. Con el jefe Bambridge en Las Palmas.

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