No sé si recomendar a quien escribe que conserve los borradores. Casi siempre esos folios suenan como grabaciones de la propia voz: producen el mismo extrañamiento. Un sobresalto muy parecido al que provoca estrechar una mano de goma, que parece una mano, pero no lo es. Uno se oye a sí mismo, y es como si en el altavoz hablara un primo lejano. Escucharse a uno mismo es como coincidir en una boda con todos los familiares emigrados. Se sabe que son de la familia, y los abrazamos como si coincidiéramos con ellos todas las tardes. Pero no podemos explicar por qué lo hacemos, pues no hemos visto a esa gente en la vida.
Es lo que sucede al cabo de un tiempo con las cuartillas en las que anotamos frases o versos o títulos o cartas no enviadas. Cuando ya han dejado de servir, terminan en una caja de zapatos entre dos fotos de Roma. Y la caja de zapatos, debajo de una bolsa de viaje rajada, que quizá contiene también una grabadora. Pero un día necesitamos mudarnos y de camino a la nueva vida se nos echa encima aquella otra vida ya vivida, que, por no tirarla, hemos conservado entre dos fotos dentro de una caja de zapatos. Aquellos versos los ha escrito otro -no hay duda-, pero los reconocemos, aunque no nos reconozcamos en ellos. Del mismo modo que yo reconozco las manos de mi padre, pero tengo las mías propias. Quizá por ese sobresalto del extrañamiento de sí mismo, Kafka, que no se entendió con su padre, planeó varias veces quemar todos sus papeles. Porque lo que escribimos suena al leerlo como nuestra voz grabada, que no es nuestra voz, por mucho que lo garantice la ciencia y se empeñe todo el mundo. Es una voz de goma, una baratija de carnaval.
Entre esa voz comprada en el quiosco y la que escuchamos en nuestra cabeza hay una zanja profunda. Algunos emplean la vida en estrecharla para que, superpuestas, ambas coincidan un día. Se supone que entonces se leerán a sí mismos sin dificultad en cada palabra que han escrito. Pero resulta mucho más sencillo reconocerse en una fotografía tomada hace diez años que en un verso escrito en la servilleta hace diez minutos.
18.10.02
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Tremendo!!!, ya sé que lo que está de moda es putearte, pero me llegas los viernes casi mejor que los cubatas que van a caer por la noche. Gracias, maestro.
ResponderEliminar¿Qué tomas?, que pido para los dos.
ResponderEliminarQue sean tres.
ResponderEliminaruna ronda entera
ResponderEliminar¿No estaréis abusando? A ver, ¿qué tomáis? Si no, gintonic para todos.
ResponderEliminarYo todavía no he leído la columna, pero si nos ponomos ya con las copas... Yo, Martini blanco. Con dos troos de limón y una aceituna. No quiero fallos.
ResponderEliminarYa lo he leído. La última frase,¿pa' qué la pones? ¿pa' cagal'la? Quítale la última frase y mándalo a los Oscar.
ResponderEliminarDe momento, pongo unos hielos. Pero que sea la última vez.
ResponderEliminarYo me dedico a romper el hielo, y tú, una vez más, a cagal'la.
ResponderEliminarPues ahora vas a pagar tú toda la ronda. Por listo.
ResponderEliminarHola David, vi tu comentario. Ahora estoy leyendo varios posts tuyos y me encanta como escribes y la manera de razonar las cosas. Un besazo
ResponderEliminarAquí lo que hace falta es dar más caña, que si no, el niño se nos acostumbra a que le coman la oreja. A mí, una vez me empezaron a comer la oreja y... es demasiado horrible para contarlo.
ResponderEliminarNi caña ni copa, que esto de la oreja demuestra ya un notable estado de embriaguez.
ResponderEliminar¿Quiere hacer alguien algún comentario sobre las dichosas servilletas? No se me ocurre ninguno...
ResponderEliminarEso: sois unos incompetentes.
ResponderEliminarPues yo, que soy nuevo por aquí, sólo digo que me ha dejado temblando la prosa de este David, y que mañana mismo anoto este artículo en el Libro de notas, y que Balazos entrará a formar parte de los enlaces permanentes de Liibro tan pronto actualice esta sección, y que yo vendré por aquí tan a menudo como pueda.
ResponderEliminarSaludos,
Marcos.
P.D.: ¿El Orzán? Va a resultar que escribimos a una centena de kilómetros de distancia ;)
No sé qué pasará con el temblor de verme en un lugar por el que paso a menudo. Gracias.
ResponderEliminarP.D. Hay unos cuantos sitios a una centena de kilómetros del Orzán.
acabo de descubrirte a traves de un enlace en libro de notas, sólo quiero felicitarte!!
ResponderEliminarAsí te conocí yo, y todas esas páginas locas que encuentras y que no habría podido imaginar ni en cien vidas.
ResponderEliminarCien vidas te son muchas servilletas de Dios... Por cierto, a mí también me dejas temblando, guapetón.
ResponderEliminar¡¡dios mío!! y además somos compatriotas!!
ResponderEliminary de muy cerca, por lo que he visto que has diseñado
ResponderEliminarrespecto a las servilletas... parecen muchas, pero sólo porque tienen varias capas
ResponderEliminarahora bailemos...un ron pa mi, porfa.
ResponderEliminarcon cocacola y chorrito de limón... esto se me está yendo de las manos
ResponderEliminarEsto empieza a parecerse a una página de contactos... pero me apunto al ron.
ResponderEliminarVolviendo al tema, aunque mis aficciones van por otros derroteros que nada tienen que ver con la literatura me permitiré el atrevimiento de opinar en público sobre los ¿post?. A mi me sobra la tercera "caja de zapatos", buscaría otra manera de llamarla. En cuanto a la última frase, no es por llevarte la contaria (Chencho) pero me parece hasta necesaria.
Besos
Veo que aquí sólo estáis por la bebida. Espero que luego dejéis todo recogidito, y metáis al Chencho en un taxi, porque tal como va no puede llegar muy lejos...
ResponderEliminary que si joder que vamos a tomar unes copes!! que yo tomo wisky qeu no deja resaca aunq te tomes 10...y el chencho tomaba manzana verde y llamaba por el tfono mobil que era un zapato...que esas cosas co cambien por favor...si lo hacen claro que no nos reconoceremos en nuestros escritos. Nos han jodido!! me gusto mucho el escrito...
ResponderEliminarbueno, aunque ya estaba cerrando, te pongo un whisky, pero no me pises ahí, que acabo de fregar.
ResponderEliminar