El perdón es como un alfiler. Afilado, minúsculo y definitivo. También un poco puñetero, claro. Uno está tranquilamente con sus cosas, con las manos en los bolsillos, por ejemplo, y zas, se pincha con un olvido de la costurera, que tenía que haber arreglado el agujero por el que se escapaban las monedas, los caramelos, los chicles, las llaves del coche. O uno está tranquilamente jugando con un globo, y zas, no hay globo, que es precisamente como funciona lo del perdón.
Uno llama a alguien con quien quiere hablar, para felicitarle por el cumpleaños, por ejemplo. A alguien que debería descolgar y charlar unos minutos. Lo lógico. Pero que no lo hace. Y tampoco en el segundo intento. Ni siquiera en el tercero. Entonces uno piensa que nunca debería haber llamado, que para qué preocuparse. Bien tonto fue acordándose de la fecha. A quién se le ocurre no coger el teléfono cuando la llamada es con tan buena intención. Así, poco a poco y en soledad es como va uno inflando su globo. Por una llamada de teléfono no atendida, o quizá cosas peores. Por desprecios, ausencias, zancadillas. Hasta que lo que contiene el globo es incluso mayor que aquel primer soplido de quien no cogió el teléfono. De quien olvidó. De quien dejó de lado. Puede haber soplado uno en su globo hasta el mareo.
O hasta que, mientras crece, el globo tropieza con un alfiler, y zas, el globo explota. Mira, perdona lo del otro día, pero es que estaba con un dolor de cabeza terrible y puse el teléfono en silencio. Al principio, el globo es un globo normal, de plástico normal, un globo de niño. Este globo explota sin más, y se van todos esos soplidos a cualquier parte, y se charla un rato no pasa nada. Aunque uno sabe que lo del dolor de cabeza no tiene nada de verdad. Pero es tan fina la punta de la disculpa. Sin embargo esto sólo sucede al principio, cuando uno juega con globos de niño. Porque más adelante, con tanto dolor de cabeza y tanto teléfono en silencio, el globo se vuelve de caucho. Más que un globo, se tiene un neumático, que no hay alfiler que desinfle.
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Es dificil perdonar a quien no quiere perdon. Fácil, en cambio, achacar al que carga con el globo la responsabilidad de haberlo hinchado. Nosotros nunca tenemos nada que ver en eso.
ResponderEliminarEl perdón tiene todos los recovecos.
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