29.9.06

Metáforas flotantes

Llevo varios días vigilando el color de la piscina como quien cultiva un único tomate. Cuando todavía era verano, se veía azul, con un brillo casi eléctrico. Oscura, pero trasparente. Creo que hasta el sol lucía más apoyado en la piscina. Pero eso era en verano. Terminó, se fueron los socorristas, y empezó a volverse verde, un verde que se adensaba un punto más todas las mañanas.

El verde se oscurecía, y yo, en mi vigilancia, me convencía también gradualmente de que en la piscina dormía una metáfora. El momento decisivo fue recordar El crepúsculo de los dioses, ese cadáver flotante que decía al comienzo: “Yo era guionista. Mi mayor deseo fue siempre tener una piscina. Conseguí la piscina, y morí en la piscina”. En la que yo vigilo no flotaba nadie, pero el color era el mismo (a pesar del blanco y negro de la película, estas cosas se saben: la vigilancia matutina da para mucho). Ese pasadizo repentino hacia Billy Wilder me empujó ya definitivamente al desciframiento de la metáfora. Porque la metáfora estaba allí, evidente, al otro lado de la ventana, pero debía ser metáfora de algo. Así que me acosté anoche convencido de que hoy viernes, palabra a palabra, desvelaría el secreto. Bastaba con observar otro rato esa superficie de agua arrugada por el viento. Muy fácil. Y no me lo van a creer, pero esta mañana no hay superficie que mirar. Desapareció el verano, desaparecieron los socorristas, y lo último es una lona azul que cubre toda la piscina. Si antes tenía preguntas sobre esa metáfora que flotaba en ella, imaginen ahora lo que puedo pensar sobre las consecuencias de perseguir una, cualquiera (como quien cultiva un único tomate: ya lo he dicho más arriba, quizá no debería insistir).

Lo que sucede es que guardo, además de la de la piscina, alguna otra metáfora incompleta. A la espera de tiempos mejores. Está por ejemplo la historia esa de que cuando encuentran el cadáver de alguien que se ha extraviado en el desierto, y que ha muerto de sed, al mirarle la cantimplora, siempre encuentran algo de agua. Para luego, se supone. Por si acaso.

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13 comentarios:

  1. Anónimo12:30

    Asi que agua, eh? Es de lo que se trata al final, de agua. ;)
    Me ha molado mucho el final, mucho.
    Oye, por cierto, como sabe este blog mi nombre???? Yo intentando ser anonima y tu desbaratando mis planes!!!! Es que una ya no puede dejar de ser una misma? Me parece fatal que lo sepas.

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  2. No tengo ni idea. En general.

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  3. "Las consecuencias de perseguir una cualquiera". Je. ¿Injertamos una preposición?

    Tengo información prosaica para explicar por qué en la cantimplora que encuentran junto a los cadáveres suele quedar agua: el calor mata más rápido que la sed. Si caminas un rato bajo el sol, a cincuenta grados, te da un colapso antes de que puedas terminarte la cantimplora. Nada de metáforas: paro cardiaco.

    Lo aprendí en Australia. Una historia tremenda de un matrimonio de jóvenes austríacos a los que se les atascó el coche en la orilla del amojamado lago Eyre (una costra de sal del tamaño de Navarra), a 80 kms del pueblucho más cercano, en los días más tórridos del verano austral. Después de esperar ayuda un par de días, la chica echó a caminar por la pista. Recorrió 47 kms y murió. La encontraron dos días más tarde. A su lado, una botella con un litro de agua. No la mató la sed. Un poco antes había pasado junto a un abrevadero: quizá pudo beber allí, quizá ya deliraba y ni se enteró.

    Dos hombres que iban en todoterreno hallaron el cadáver de la chica (uno de ellos nos llevó a nosotros al lago Eyre, tres años después de esta historia). Los dos hombres siguieron hasta la orilla y vieron el coche. Metido debajo del coche, el marido. Estaba vivo.

    Moraleja (lo dicen los tablones en las pistas del desierto): si se te atasca el coche, no te alejes de él. Porque te da sombra y es más fácil de encontrar. En el desierto, a menudo, se encuentra primero un coche abandonado y luego, a unos cuantos kilómetros, los cadáveres de los que se habían perdido y trataban de escapar del desierto. Pero, claro, una cosa es la teoría y otra el pánico.

    Me voy al frigo a por una cocacola.

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  4. Anónimo13:56

    Que buena historia!!!

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  5. Ander, voy a probar con una coma, que creo que se va a entender mejor.
    Sobre lo del agua, creo que las dos versionas son compatibles. Yo no recuerdo dónde he leído lo de reservar el agua, pero contaba que muchos ahorraban agua, pero que, al hacerlo, dejaban seco al cerebro, y el cerebro sin agua funciona bastante mal. Y entonces, ya ni se acuerdan de beber ni encuentran la manera de salir de allí. Pero no tengo ni idea de dónde lo he sacado.

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  6. Claro, la chica de esa historia australiana también iría reservando agua cuando caminó esos 47 kms.

    Entonces, además de probar con la coma, ¿por qué no pruebas también lo del desierto y el agua? Luego nos lo cuentas.

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  7. De momento, me quedo con la coma.

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  8. Qué bien escribes...

    Seguro que conoces el término real de tu metáfora aunque ahora el color permanezca oculto...

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  9. David:
    Me ha encantado leer esto. Quiero ser la presidenta del tu club de fans.

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  10. Pues no sé, eh, porque ahí una cantidad de solicitudes... No sé.

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