24.1.07

Kapuscinski

Pensaba anoche en Politkóvskaya. Iñaki contaba ayer aquí en un comentario que uno camina por la profesión de otra manera después de leerla. Pensaba en Politkóvskaya, y pensaba también en quién quedaba todavía capaz de provocar ese efecto. El primero que recordé fue Ryszard Kapuscinski. Pero esta mañana Kapuscinski ya estaba muerto. Tenía 75 años, estaba bastante enfermo, y el sábado habían tenido que operarle.

Su último libro, Viajes con Heródoto, parecía ya casi una despedida, una especie de resumen de lo aprendido, por si a alguien le servía después. Es la crónica de su propio aprendizaje. Casi al principio relata esta escena de sus primeros días en un periódico que se llama Estandarte de la Juventud, recién terminada su carrera de Historia:
En nuestro cuarto de reporteros sonó el teléfono. La redactora jefe quería verme en su despacho.
–¿Sabes? –dijo cuando comparecí ante su mesa–, te enviamos fuera. Irás a la India.
Mi primera reacción fue de estupefacción. Y justo después, de pánico: no sabía nada de la India. Febrilmente empecé a buscar en la cabeza imágenes, asociaciones, nombres... Sin éxito: no sabía nada de nada. (...)
Al final de aquella conversación por la que supe que partiría hacia el mundo, Tarlowska se acercó al armario, sacó de él un libro y, mientras me lo entregaba, dijo: "Un regalo de mi parte, para el viaje". Era un grueso volumen de tapa dura, forrado con tela de lino amarilla. En la portada leí, grabados en letras doradas, el nombre del autor y el título: Heródoto, Historia.
El libro no le acompañó sólo a la India. Kapuscinski cruzó varias veces el mundo con aquel libro escrito 2.500 años antes. Él buscaba la manera de entender algo de la India, mientras leía a Heródoto intentar lo mismo con su mundo de entonces, a fuerza de mirar, de preguntar a todo el mundo y de viajar los kilómetros necesarios para seguir preguntando a quien pudiera tener las mejores respuestas. Para entender.

En una entrevista que le hizo Ramón Lobo para El País cuando se publicó el libro, Kapuscinski explicaba algunas de las razones por las que cargó durante 50 años con aquel pesado libro por todo el mundo:
Heródoto era un hombre curioso que se hacía muchas preguntas, y por eso viajó por el mundo de su época en busca de respuestas. Siempre creí que los reporteros éramos los buscadores de contextos, de las causas que explican lo que sucede. Quizá por eso los periódicos son ahora más aburridos y están perdiendo ventas en todo el mundo. Ninguno de los 20 finalistas de la última edición del Lettre-Ulysses del arte del reportaje [premio que se otorga en Berlín], y del que soy miembro del jurado, trabaja en medios de comunicación. Todos tuvieron que dejar sus empleos para dedicarse al gran reportaje. Este género se está trasladando a los libros porque ya no cabe en los periódicos, tan interesados en las pequeñas noticias sin contexto.
Hay muchos días raros en los que es una suerte poder leer a Kapuscinski, y que, como Heródoto, haya dejado anotado lo que fue aprendiendo.

También hoy:
The New York Times
Arcadi Espada
Juan Varela
Hernán Zin: Adiós a un maestro
Urbaneja: Leer a Kapuscincski
Guerra y paz: Ha muerto un maestro
Tíscar: Siempre Kapuscinski

Y más en miles de blogs.

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3 comentarios:

  1. ¿Como se viste un parrafo de luto? Hoy no lo sé.

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  2. Ni idea. Menos mal que quedan sus libros.

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  3. Anónimo22:39

    Qué cierto. Es imposible leer a Politkovskaya sin pensar en Kapuscinski, más allá de la k de sus apellidos. Hablan el mismo idioma.
    Este verano viajé a Bolivia con el libro de Herodoto bajo el brazo. Yo realizaba mi segundo viaje, él me contaba sus memorias entre avión y avión. Entre el Chaco y La Paz. No lo terminé. Tal vez, ahora lo retome.
    Sin duda, ayer se fue uno de los grandes. Y qué gozada de que ahí deja sus libros.
    Habrá que recoger su testigo.

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