
La foto la tomó la cámara térmica de un avión de reconocimiento. Los demás puntos brillantes sólo aparecieron luego en la imagen. Quizá también en las pantallas del avión. Son las manchas de calor de los pasajeros. Porque abajo, sobre el agua, sólo lucía el fogón. Antes, probablemente nada.
Por eso a veces, con la foto delante, cierro los ojos. Hasta que sólo queda el chapoteo. En aquel lugar, un avión debe de sonar como el soplo de un fantasma. Sobre todo cuando se aleja y queda de nuevo el chapoteo.
Technorati tags: cayucos inmigración
A mí tambien me impresionó la foto. Me recordó una hojita con unas luciernagas en medio de la nada más absoluta.
ResponderEliminarSaludos.
La foto impresiona, David. Pero el texto casi más. Destellos.
ResponderEliminarTremenda historia.
ResponderEliminarEn estos días de viaje marroquí hemos visto, en plena noche, cuando conducíamos por mitad de la nada, algunos resplandores difíciles de creer.
Qué narices hacen aquí, decimos en estos casos. No somos capaces de imaginarnos la vida de alguien que enciende un fuego en semejantes lugares. Un pastor adolescente que aparece tras una roca en mitad de una llanura barrida por la arena.
Ni por asomo podemos imaginar una vida así.
Existen independientemente de nuestra capacidad para imaginarlos... uf.
ResponderEliminar