Dentro de unos años, cuando ya no ande dejándose los músculos por la carretera, Pereiro mirará esta foto, la de su gloria amarilla, y quizá ya sólo vea los zapatos pisando ese podio falso instalado en una oficina. Una escenografía falsa que provoca que también la fotografía sea de un ciclista perfectamente falso que ha ganado una carrera inexistente. Un centauro triste: mitad ciclista, mitad pasante de abogado.
Cuando Riis confesó que se había dopado para ganar el Tour de 1996, dijo sobre el maillot amarillo: "Está aquí, en el garaje de mi casa. Pueden llevárselo cuando quieran. Lo que nunca me podrán quitar será lo que sentí en aquellos días". Ni las fotos en los Campos Elíseos, con el fondo de Arco de Triunfo.
Pereiro ya sabía todo esto ayer, antes de que pasaran los años y se encontrara en el salón de casa, con los zapatos y todos los complementos de pasante, sin rastro de ahogo ni velocidad; lo sabía ya todo antes de encontrarse, dentro de mucho, mirándose en esta ceremonia furtiva en un despacho de Madrid: "He tenido que contener la emoción, pero me habría gustado recibir el maillot en París".
Se fijará en los zapatos, seguro, en el día en que el final de la felicidad que rueda sobre asfalto empezó a treparle por los pies. A pesar del amarillo.
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16.10.07
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Es una foto desoladora. Retrata a la perfección el estado del ciclismo. Y me da una pena tremenda.
ResponderEliminarMe pasa igual. Ahora, cada vez que veo algo así, me repito casi como un mantra la primera frase de la primera crónica de Carlos Arribas en el Tour de este años: "Sigamos disfrutando de la inocencia".
ResponderEliminarTremendo.
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