30.10.08

Homero, Lizcano y la selva


Decían el otro día varios periódicos que Óscar Tulio Lizcano, mientras lo mantuvieron secuestrado las FARC, leía a Homero y escuchaba la radio. Para mantener "el contacto con la vida fuera de las profundidades de la selva", decían.

Me quedé un rato pensando en qué tipo de puente pueden tejer La odisea y un boletín de noticias. O La odisea y una tertulia política, un magacín matutino, un carrusel de fútbol. Pensando en eso y en cómo sería atravesarlo y alcanzar, de repente, la vida otra vez.

En ésas estaba cuando leí también que, después de un tiempo, le habían prohibido escuchar la radio. Se quedó así sin oír los mensajes que le enviaba su esposa Martha, que desde ese momento hablaba para el vacío sin saberlo.

Contaban los diarios del otro día que entonces ya sólo le quedaba Homero para caminar a la realidad. Como si allí en la selva, en las profundidades de la selva, no resultara posible la existencia de La odisea. Como si el libro fuera una escotilla al otro lado que se hubiera colado en el paisaje equivocado.

Pensaba en eso, en la imposibilidad de que el libro pudiera estar allí, ese único volumen que parecía haberle acompañado ocho años. Pensaba en eso, en que justo al salir citó a Homero: "La vida está por encima de cualquier riqueza guardada". Pensaba en eso, en la aparente incompatibilidad absoulta de selva y odisea; lo pensaba mientras leía otros diarios, en los que terminó apareciendo un comandante que además de Homero le había prestado Margaret Yourcenar, Nelson Mandela. Entonces regresé al comienzo, y ya nada era lo mismo.

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