31.1.11

Apante

También echamos de vez en cuando tardes contando que le gusta que pinten con ella, y que le llenen el cuaderno con una casa, el sol, la luna, un pez, un elefante. Y que luego le dibujen una mariposa en cada mano. Que le gusta que le hagan dos moñitos con gomas de colores. Que prefiere unos zapatos azul brillante a todos los demás. Y que a veces, justo antes de salir a la calle, se para, regresa a su cuarto, abre un cajón, coge su gorro blanco y pide que se lo pongan.

Luego, otra tarde en cualquier otro sitio, veo un elefante: "Apante", me oigo, que es como le dice Claudia. Y me noto sonriendo. Alcanza más allá de sí misma. Sostenida quizá por los repetidos recuentos de pequeñeces. Como si el recién llegado fuera cogiendo cuerpo con la acumulación de historias suyas que otros recuerdan. Del mismo modo que la muerte llega sólo con el último bocado de olvido. Apante.

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