14.7.14

Argentina campeona

Hubo anoche unos segundos en los que Higuaín se redimió. Fue poco después de que hubiera mandado fuera la pelota que iba a colocarlo como dueño de un Mundial. De nuevo cara a cara con Neuer, al borde del área pequeña esta vez, remató de primeras con la zurda un balón que le cayó de un pase de Lavezzi. Marcó y echó a correr. Él corría y varios cientos de millones de personas aguardaban con cruel curiosidad a que se le acabara el impulso, por ver la cara que se le quedaba al ver el banderín del juez de línea. También yo, claro. Incluso me sonreí.

Se me pasó enseguida. Aunque aún era temprano, ni media hora de juego, el tipo, que aún no se había detenido, era entonces campeón del Mundo. Como lo fue cuatro años antes en Sudáfrica Robben, cuando vio el pase con el que Sneijder lo colocó a solas con Casillas. Desde entonces hasta que la pelota se desentendió de la portería después de tocar el tacón del portero. No es que estuviera a punto de ser campeón del Mundo. No: durante esos seis segundos lo fue. Como Higuaín anoche. Así que cuando se me fue la sonrisa por lo del banderín del fuera de juego, pensé: corre, Higuaín, corre; mientras no te pares el Mundial es tuyo. Mi cara es la que tenían que haber visto cuando se detuvo.

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