16.8.02

U Tigra

En Praga no he conseguido entrar todavía a la cervecería U Tigra. Por eso he estado estos días pendiente de si el río Moldava, con su crecida, terminaba por inundar también esa zona y me dejaba sin ella. Pero parece que no, que el agua no ha llegado hasta ahí, y me queda otra oportunidad. Se ha salvado mi cuenta pendiente, mi excusa para volver. El hueco por rellenar.

La primera vez que pasé por delante de U Tigra, regresaba casi corriendo al hotel y sin tiempo, pero me sirvió para dejar marcado el lugar para luego. No era complicado encontrarlo yendo desde la plaza del reloj. Basta con caminar desde allí por la calle Karlova, que termina, después de unas cuantas revueltas, en el puente Carlos. En una de las revueltas a la derecha, hay que dejar Karlova y girar a la izquierda. Como iba con prisa, me dije que volvería al día siguiente. Pero no pude. Y tampoco dos días después. No conseguí explicarle a los demás por qué debíamos tomar cerveza en un lugar del que no sabía nada. Sólo había leído el nombre en una guía, y ni siquiera recordaba qué tipo de lugar era. Pero me fabriqué una deuda conmigo mismo, o con la ciudad. Así conocemos todo, a fuerza de ajustar cuentas con deudas inventadas. Días después conseguí por fin que me acompañaran a U Tigra, pero la encontramos cerrada. A pesar de eso, no me enfadé: se convirtió en mi excusa para volver a Praga. Y volví. Las otras veces que he pasado por la puerta -aunque no me crean- me encontré en uno de los dos casos anteriores: o pasaba por allí con algo de prisa hacia otro lugar, o la encontré cerrada.

Ahora ya no importa por qué quise entrar allí la primera vez. Podría buscar aquella guía de viajes, pero no pienso hacerlo. Ahora es sólo el agujero de mi Praga incompleta. Ni siquiera he conseguido asomarme para ver las mesas. Por eso he estado pendiente de las inundaciones y de la altura del Moldava. Quizá incluso haya deseado en secreto que el río se llevara la cervecería por delante. De manera un poco egoísta. Sólo porque no sé qué haré la próxima vez que me enfrente a la puerta.

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