Dos hermanos comparten la propiedad de un diminuto pez naranja y una tarde deciden echarlo a nadar en la bañera, llena hasta el borde. Hacen esto -no hay duda- una tarde de fin de semana que los padres han ido a pasar al campo. Los padres -por supuesto- nunca les habrían permitido llenar la bañera para que el pez naranja hiciera ejercicio. Y menos hasta el borde. Quizá precisamente por eso lo hacen y se pasan un poco y rebosa el agua sobre los azulejos del baño. Nada grave.
Para que no caiga también el pez sobre los azulejos, deciden quitar algo de agua. Uno de ellos -imposible saber cuál, porque son gemelos-, uno de ellos mete el brazo hasta el codo en la bañera y quita el tapón. Mientras tantea el fondo para colocarlo de nuevo en su sitio, se presentan los padres en casa, por sorpresa, y los llaman a voces desde la cocina. Uno de los hermanos se adelanta y deja al otro con el tapón para que no se les vaya el pez por el desagüe. Pero está nervioso y hace lo que puede con el tapón, que queda bailando cerca del fondo. Luego corre a secarse el brazo con el albornoz de su padre, algo que está también bastante prohibido, aunque no tanto como llenar la bañera. Entonces el agua asoma por debajo de la puerta del baño y la madre se da cuenta inmediatamente. Al verle la cara, los hermanos empizan a echarse la culpa uno a otro, porque saben que están cerca los Reyes y pueden quedarse sin regalos. Pero la madre no cree a ninguno y también grita, y amenaza y riñe. A pesar de esto, los hermanos siguen rebotándose la culpa uno a otro. La culpa de la idea, la culpa de abrir el grifo, la culpa de la idea de no cerrarlo, la culpa de no limpiar. A la madre todo eso le trae sin cuidado y lo que le preocupa es que el agua deje manchas en el parqué. Por eso los deja allí repartiéndose culpas y vuelve enseguida con la fregona.
Empieza a recoger lo que ha llegado al pasillo, sobre la madera, mientras sigue riñendo a los niños -que todavía discuten-, y promete que los Reyes lo ven todo y que seguramente no van a pasar por casa ese año. Y ellos se quejan y le echan la culpa al otro, sin pensar siquiera en el pez naranja que se les fue por el desagüe.