22.11.02

Pizza

Imagine que tiene secuestrados cuatro niños en una escuela. Al principio eran más, unos veinte, pero la policía le ha ayudado a entender que en estas cosas sí que da igual ocho que ochenta. Lo importante es tener rehenes, no cuántos. Y usted está de acuerdo, porque además así los controlará más fácilmente. Por eso ahora tiene cuatro niños secuestrados. Cuatro niños y un montón de hambre, que ya han pasado unas horas desde que entró en la escuela con una navaja larguísima. Incluso los niños tienen hambre. Los cuatro niños.

Como ya hay confianza, la policía se ofrece a mandarle unas pizzas. Pagan ellos, claro. Para que también coman los niños. Y en este momento es cuando se la juega. Tómese su tiempo. Pueden pasar dos cosas. Si no ha visto una película en su vida, aceptará, y el pizzero, que en realidad no es un pizzero, le trinca. Como debe ser. Fin de la historia. Pero también puede ser que haya visto todas las películas de secuestros. ¿De dónde ha sacado si no la idea de meterse en un colegio con una navaja enorme y pretender cambiar niños por euros? Si éste es el caso, si se las sabe todas, también aceptará las pizzas. Porque a estas alturas, ¿quién va a intentar el truquito del poli disfrazado de pizzero, verdad? Pues también le trincan, y se queda usted sin rescate ni dignidad. Como debe ser. Porque precisamente a estas alturas es cuando más efectivo resulta ponerle a un poli la gorra de pizzero. Aunque usted no lo crea, que es lo que le han enseñado que se debe hacer con las ficciones. "Niño, deja de lloriquear, ¿no ves que lo han matado de mentira y es todo salsa de tomate? Enseguida se levanta, ya vas a ver". Lo tiene aprendido.

Esto funciona mientras se mantenga usted al margen de las ficciones, que es como se suele vivir. Hasta que decide meterse en una de ellas con esa navaja. En las ficciones, los policías se calan gorras de pizzero y atrapan a los malos. Imagine de nuevo que tiene cuatro niños secuestrados en una escuela y piense: "No te fíes de la poli, que ya en otra película mandaron a uno con unos perritos, y trincaron al malo". Pero una vez dentro no podrá pensar esto. Ya no.