Yo diría que, de vez en cuando, la palabra puede abrirle grietas inmensas a la imagen, y casi sin despeinarse. Sin darse ninguna importancia. Sobre un pedazo de césped, por ejemplo, donde ayer esperaban muchos chicos a para entrar a las aulas donde les esperaba la última tanda de exámenes de selectividad. Yo diría que allí sucedió. La palabra como carga de dinamita en una grieta pequeña. Diría que sí.
Al césped y la espera se sumaban el verano y siete u ocho puestitos de promoción que regalaban latas de refresco. También un par de grupos inesperados que había llevado hasta allí neveras de las de paella de domingo repletas de cocacolas, hielos y qué sé yo. Supongo que no todo sería tan inocente. También varios grupos que jugaban en círculo con una pelota, y también, claro, cuatro, cinco, catorce pequeños grupitos de sólo dos personas que miraban desde los rincones el cielo que se nos derretía a todos encima. A mí también, que atravesé casi sin poder moverme esa especie de fiesta de campo a la que sólo le faltaban un río y una paellera, o una barbacoa y sangría. Atravesé la fiesta mientras la fiesta se resquebrajaba, porque tirados en una cuneta del camino dos amigos intentaban recordar si la derivada es mayor o menor que cero en el punto en que la función tiene un mínimo. Un poco más abajo, dos niñas monísimas, pijísimas y de tirantísimos se sentaban a horcajadas en los dos extremos de un banco y gesticulaban contándose lo que sucedía en las puntas de la cadena de una proteína. Todo con mucha seriedad. Como si lo hubieran hecho toda la vida cada vez que salían juntas al campo. O a los bares.
Aunque el reventón final de esa imagen de una clase esquivada con la vieja excusa del principio del verano, se resguardaba a la sombra, en otro banco algo más retirado. Sin duda eran novios. A pesar de lo que se decían, sin duda eran novios. Se preguntaban uno a otro si sería lo mismo la probabilidad de A y la probabilidad de B que la probabilidad de A y B. Como si no fuera verano y no estuvieran todos tirados por la hierba con camisetas y bermundas.
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Gracias… (mira que ha costado)
ResponderEliminar¡¡¡Y VALERÓN TITULAR, COÑO!!!
Valerón, a Rusia.
ResponderEliminarVale Ron esta noche
ResponderEliminarDecía Hans P. Mackhein que una pareja que es capaz de hablar de matemáticas mirándose a los ojos es una pareja con muchas posibilidades de llegar a una solución única, sin necesidad de que sólo uno de ellos se tenga que llevar el gato al agua.
ResponderEliminarHablando de gatos al agua, suerte con el juicio Marlow, todos sabemos que los tuyo con el minino es amor y no sexo.
Valerón, titular. Ya.
ResponderEliminar¡Bale, Ron!
ResponderEliminar(hay pastores muy raros)
Nadie entenderá nunca la relación que existió entre Gorgias y yo. Igual que nadie entiende la que existe entre Sáez y Raúl.
ResponderEliminarEn cualquier caso, Hans McHein con Queso, sobrino del eminente profiterólogo Hans P. MacHein, ya denunció públicamente la zoofilia de su tío en su libro titulado “¡¡VALERÓN TITULAR, COÑO!!!”. En él, narra las conversaciones sobre matemáticas que el profiterólogo mantenía con su gato disecado, al que mantenía continuamente en la bañera, ya que la idea de llevarse siempre el gato al agua le excitaba sobremanera.
Pues yo sacaba a Cañizares, con dos pelotas.
ResponderEliminarYo a Cañizares le cortaba las dos pelotas y se las daba a Valerón, que podría hacer unas virguerías…
ResponderEliminarCreo que sacar a Cañizares con dos pelotas no nos iba a beneficiar.
ResponderEliminar¿Quiere alguien hacer el favor de escribir un comentario sobre el texto, algunas frases simbólicas a la par que reveladoras y creativas? Yo voy a ser incapaz durante toda la Eurocopa (cómo me gusta animalizarme con estos eventos deportivos…)
ResponderEliminarMarlow, me da a mi que el domingo por la noche te desanimalizas…
ResponderEliminarSi es que Sáez no escucha…
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