2.7.04

Las botas

No es que quiera, claro, pero al final voy a tener que estar de acuerdo con Sadam Husein en algo. Lo suyo y lo de los americanos con él tiene cada vez más pinta de ser puro teatro. Aunque del malo, con ese punto histriónico de las botas de Paul Bremer, que circula por ahí con pinta de actor a medio vestir. O a medio desvestir.

La primera vez que le vimos con las botas camperas y el traje oscuro pudo parecer un detalle muy bien pensado. La reunión esa para intercambiarse papeles firmados que no sirven para nada se hacía medio a escondidas, dos días antes de lo que esperaban los malos, que seguramente tendrían ya hasta las bombas preparadas. Podían, apurando mucho, ser las botas del que estaba trabajando sobre la arena hasta un par de segundos antes de que lo recogiera un coche. Las botas de quien no tiene otro calzado porque sólo se ha llevado ropa para trabajar. Vale. De acuerdo. Quizá las zapaterías no son las mejores tiendas de Irak. Lo que pasa es que anteayer Bremer se presentó en la Casa Blanca con las mismas botas y los mismos rastros de arena. Y en Washington sí que debe de haber zapaterías. Pero ahí estaban esas botas que Bremer tuvo que calzarse después de haberse enfundado el traje –es la única forma–, esas botas que deben de ser un símbolo de algo bueno, a pesar de que únicamente desprenden el tufo de obra mala. Mientras, a su lado, Bush sonreía como sonreían los criados del rey desnudo. Como si no lo estuviera, como si llevara zapatos. No había duda de que el actor no estaba a medio vestir, sino vestido del todo. Eligió esas botas frente a todos los demás calzados posibles.

Además, estoy casi seguro de que quien decidió lo de las botas decidió también dejar a Sadam sin corbata, con esa camisa que le venía un poco grande, después del peso que ha perdido. Aunque no veo la necesidad de hacerle eso a un hombre al que ya le has metido el dedo en la boca hasta conseguir que le sonara la campanilla en el telediario de las nueve. Teatro malo. A no ser que el problema no lo tenga el tipo que la escribió, sino el público para el que se la encargaron.