Tiene algo de inquietante poder mirar la trastienda de los sueños. Al menos, las tripas de uno, el mismo siempre, que es lo que se puede ver estos días en la tele cuando ponen las pruebas para entrar a jugar en Operación triunfo. Son inquietantes las colas, las madres de los que esperan en las colas, los tembleques de ambas partes, y algunas de las lágrimas.
Porque los sueños tienen una naturaleza que está entre la de la pompa de jabón y la del globo aerostático. Es posible que, en su mejor versión, consigan elevar a cualquiera por encima de sí mismo, bastante más arriba incluso. Pero al mismo tiempo esa elevación se apoya en una extraordinaria fragilidad con la que puede acabar cualquier alfiler. O una racha de viento cargada de polvo. Por eso inquietan esas colas que esperan a la prueba. Lo hacen de un modo parecido a la rubia tonta que baja sin motivo las escaleras de un sótano oscuro donde espera la muerte. Si es que le van a arrancar la cabeza, si es que se ve venir. Pero para qué bajas. Hay que ver... Así se los ve a algunos: volando a miles de metros durante el tiempo que transcurre entre la espera y el momento en que les dicen que vuelvan a casa. Caminando sobre la nada, como el correcaminos que avanza aun cuando se ha terminado el acantilado, en ese segundo anterior al desplome. Porque se ve que van a estrellarse en cuanto sueltan la primera nota. En ese momento uno se pregunta qué hacen allí. Sobre todo cuando rompen a echar las lágrimas al ser rechazados. No pasa nada, dicen, gracias, y lloran. Alguna vez han debido de cantar en casa, o en un karaoke, o en una excursión del colegio, o en la ducha de un campamento. No han podido llegar hasta esa cola cegados por la luz que también esconde la pompa de jabón del sueño, sin haber probado nunca, esperando que el gas del globo obre un milagro y los convierta de repente en Juan Diego Flórez.
Inquieta verle las tripas a un sueño de éstos y darse cuenta de la fragilidad de sus paredes, y de la indefensión en que deja a ese chico que decide elevarse unos segundos agarrado a él. Más que de un sueño éstas son las tripas de un fantasma. Al fondo de un sótano.
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