En los silencios de Carver se dice mucho de lo indecible.Un halago mayúsculo que debió de ser para él una tortura. Gordon Lish, su editor, había hecho lo que hacía siempre: había cortado un 40% del manuscrito original, limpiando lo que le pareció falso lirismo y sentimentalismo.
Carver brillaba especialmente por lo que faltaba. Pero ese brillo que disparaba Lish también le dolía:
En una reseña del último libro, alguien me llamó escritor "minimalista". El crítico lo decía como un cumplido. Pero no me gustó.Muchas veces me he preguntado por las sensaciones de Carver al leerse después del paso de Lish, al abrir por ejemplo el paquete en que le mandaba ese manuscrito al que le había quitado el 40% y que él mismo había vuelto a mecanografiar. O al hablar de su trabajo en las entrevistas. La vida de un fantasma, casi.
Jo, me he sentido fotografiada como en el fotomatón de la poli, porque yo, como profesora, me dedico a quitar mucho más del 50% de los textos que me traen los estudiantes.
ResponderEliminarhummm...
ResponderEliminarSupongo q en gran parte depende de la relación que tuviera con Lish. De si lo admiraba o no. De en cuánto estimara su criterio. Del tanto por ciento de cambios que le dolieran sobre los que reconociera la mejora. De si las reconocía o no (las mejoras) Y, sobre todo, de cuánto significaran por si solas esas palabras muertas para él.
PD: Ahora me han dado ganas de investigar.
Thnks
Recuerdo a cierto profesor universitario indignado porque en cierta revista le habían recortado cuatro palabritas de una crítica, para pulirla un poco y encajarla en la maqueta. "¡Es que yo hago una labor de orfebrería!", decía el muy txotxolo.
ResponderEliminarNo es pequeña virtud la de aceptar que te mejoren, no.
Me recuerda la película "El rio de la vida" en que el padre del protagonista le hacia escribir una redacción y cuando se la corregía se la daba y le decía "y ahora, la mitad".
ResponderEliminarEs importante el arte de cortar. A veces puede parecerse un poco a esculpir, a escarbar. Tenéis razón: no es fácil hacerlo ni aceptarlo.
ResponderEliminarY en otras ocasiones se parece bastante a una mutilación.
ResponderEliminarRamiro Pinilla, cuya obra más premiada (Verdes valles, colinas rojas) tiene 2.500 páginas, me ha dicho miles de veces que a los textos hay que quitarles todo, todo lo posible.
Ya está bien de paja. Vivan las tijeras!!!
ResponderEliminarQué interesante lo de Pinilla. Me encantaría que contara cuántas páginas tenía eso al principio, cuánto quitó y cómo. Yo, de momento, sigo sin atreverme con las 2.500.
ResponderEliminarY, Aberron, ¿qué me dices de la piedra y el papel?
Bien enseñaba Paco: aprender a escribir es aprender a quitar. También si eres Carver.
ResponderEliminarPor eso Carver era Carver. Quizá.
ResponderEliminarLo mejor de Carver: Catedral. Un lenguaje que nadie podrá igualar, pero sí copiar.
ResponderEliminarCristina Garí
(tu ex alumna)
Catedral es impresionante, cierto. Pero no sé con qué quedarme.
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