Yo era también de los fascinados con el resistir. Admirado por la perseverancia. La voluntad cercana a la ceguera. La pelea. Los empellones. Los puñetazos de nudillos despellejados. Las carreras escalones arriba en lugares fantasma. El ahogo de la propia respiración. La meta invisible. Hasta OT. Hasta diez minutos de criba de esos concursantes emocionados que han conducido toda la noche mientras hablaban con un novio, un amigo, padre, abuela, prima argentina que les empujaba.
Antes de entrar cuentan: siempre me han dicho que canto bien, desde pequeño, los que me quieren, saben que es mi sueño, me han apoyado cuando nadie creía en mí. Y cantan. Diez minutos, ya digo. Ahora padezco cierto entusiasmo por la rendición. La retirada. El elegante envainado. La carrera entre el cortinaje. El cambio de vida. Las abuelas que saben cuándo dejarlo. Los nudillos sanos. Abandonar.
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Una resistencia adecuada y un abandono adecuado se parecen mucho.
ResponderEliminarY casi son igual de complicados.
ResponderEliminarCreo que debo comportarme como Ander, no hacer que te sientas fatal, pero para aceptar eso debo yo sentirme muy mal.
ResponderEliminarQuizá si no te hubieramos presionado no habrías estado obligado a tomar decisiones.
Esperamos tu reencarnación.
Confieso que esto es meandro de la memoria y,por tanto, creciente de los errores: creo que fue Benedetti el que dijo que hay una dignidad del vencido que el vencedor jamás conocerá. Y sí, ésta deja su paso en la piel, también en la que cerca los nudillos.
ResponderEliminarEntre tanto ruido, me sumo a tu debilidad por la derrota. Con la esperanza impertinente de intuir que, si la Historia siempre le perteneció, pueda hermanarse un día con la intrahistoria. Más allá de la piel, tal vez entonces nos descubra a la vuelta de la esquina. O no.
Nunca se va del todo quien queda en nuestro corazón.
ResponderEliminar¿Queréis echarme del blog como a un candidato cualquiera de OT? No pienso.
ResponderEliminarYo no te había dado por muerto. No se me había ocurrido esa opción.
ResponderEliminarNo, por favor. Es solo que muchos como yo hechamos en falta esa magia que nos das.
ResponderEliminarYa sabes, la opera no acaba hasta que no canta la gorda.
De verdad, no es sarcasmo. ¿Estoy entendiendo que te despides? ¿Y todos estos de antes te dejan?
ResponderEliminarNi soñar. Lo diré más claro: ¡NI SOÑAR!
Hay que joderse
ResponderEliminarprobando robotes
ResponderEliminaren lo mismo
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarNo entiendo lo de los robots.
ResponderEliminarSí, ni soñarlo...
ResponderEliminarYo también añoro las columnas.