17.10.08

El otro extremo del gol de Iniesta


La exploración del gol de Iniesta puede arrojar sobre todo interesantes conclusiones acerca de la poesía. Tómese para ello el fenómeno libre de briznas de hierba, sudor y goterones de barro. La idea, digamos. El trazo dibujado desde la línea del pase de Cesc hasta la esquina de la portería. El resultado se convierte repentinamente en tres: el propio trazo, otro gol que le metió Butragueño al Cádiz y una sonrisa de Zapatero.

De Zapatero, o de un señor que añade leche a una hilera de siete cafés sobre la barra. La sonrisa es la misma, aunque la de Zapatero la hemos visto más porque sucedió cuando le estaban sacando en la tele, mientras que lo del señor con la hilera de cafés, pues te tiene que haber coincidido. Pero es igual. Ahí estaba Zapatero en Bruselas mientras el mundo se derrumba: rodeado de líderes a los que no entienden cuando hablan, sino un poco después, con el coche escoba de la traducción. Ahí estaba frente a las preguntas de los periodistas sobre ese mundo que se derrumba, y sobre lo de Garzón incluso. Aunque no lo crean, lo mismo que el hombre de la hilera de cafés: alargando los brazos por encima de la vitrina de los cruasanes, recorriendo mentalmente la lista (con leche, cortado, cortado, solo, con leche en vaso…) mientras de la derecha le piden una barrita con aceite y desde la izquierda le extienden un billete (“Cóbrate, lo mío y lo de Marta. ¿Qué tenías tú, Marta? Y otro desayuno. Anda, cóbrate”). La sala de Bruselas y la cafetería son en ese instante el mismo lugar en el que casualmente alguien dice “fútbol”. A Zapatero ni siquiera le preguntaban por el partido de España contra Bélgica, pero cortó la frase del periodista: “Vaya gol de Iniesta”. La sonrisa que se le abrió es idéntica a la que mostró el tipo de los cafés cuando oyó que alguno de los de la barra decía “Iniesta”. De repente ni uno estaba en Bruselas ni el otro sostenía una jarra de leche.

Puede que en el gol de Iniesta vaya escrito también el otro de Butragueño al Cádiz, pero sin duda no es eso lo más decisivo de aquel preciso zigzag entre la maraña. Piensen en la sonrisa, prueba de un viaje a algún otro lugar. Como con la poesía, supongo.

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