22.12.09

Tropezar con olvidos

El sobresalto de la metamorfosis comenzó como una bobada: vi una pluma Lamy en un escaparate, la deseé inmediatamente, y casi tan inmediatamente me di cuenta de que ya tenía esa misma pluma en casa, dentro de una caja de cartón. Así que regresé en cuanto pude, abrí el armario, bajé la caja, limpié la pluma, le coloqué un cargador y empecé a escribir sobre aquel mismo olvido en un folio usado doblado por la mitad. Lo llené y me sentí bien, como si acabara de recuperar algo de mí que hubiera permanecido perdido durante el tiempo que había pasado entre que olvidé la pluma y cuando la volví a recordar.

Me inquietan estos tropiezos con olvidos propios, cada vez más frecuentes. Hace unos meses, me metí en la cama, abrí el cajón de la mesilla y saqué Soñar con la realidad, un libro de Sergio Pitol que llevaba tiempo reservando. Avancé con cierto interés unas 50 páginas y lo volví a guardar. Pero como no conseguía dormirme, encendí de nuevo la lámpara y seguí con Pitol. Unas diez páginas más adelante, cuando ganaba interés, me encontré con un párrafo subrayado por mí mismo. Sucedió que, pese a que compartía el criterio para el subrayado, no recordaba hada de aquel libro por el que al parecer ya había pasado antes. También lo abandoné aburrido poco más tarde, como la otra vez, según puede deducirse si se observan muy de cerca las separaciones entre las páginas del mazo. Me pregunté esos días si merecía la pena que siguiera leyendo, si era, como se demostraba, sólo para alimentar el olvido. Esa duda, que me tuvo un par de días inquieto, no fue nada comparada con lo que se me vino encima con el siguiente encontronazo con una desmemoria.

Caí en algo que había escrito unos dos años atrás, lo leí entero, y no conseguí recordar haberlo hecho. Ni un par de palabras, ni una idea, ni frase perdida y redonda. Nada. Pensé entonces que necesariamente yo mismo tenía que haber desaparecido. La desaparición en el olvido propio. O quizá la metamorfosis, que también implica cierto desvanecimiento, por la desmemoria. Quizá por todo eso me puse a escribir con la Lamy en cuanto llegué a casa. Como intentando desenredar la madeja del olvido, esperando encontrarme al final del hilo. Y escribiendo, escribiendo, llegué aquí (o allí): rescatado por el tropiezo con un olvido.

12 comentarios:

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  2. Hoy tropecé con un olvido muy grande. Ha dolido horrores y los daños no son aún evaluables porque las heridas internas es lo que tiene, que no se ven. Pero tenía que contarte que el otro día vi una pluma Lamy en un escaparate. La quise inmediatamente. Volveré a casa esta navidad. Allí es dónde está :)

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  3. Suprimí el anterior porque tropecé con una errata.

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  4. Por razones aburridas, debimos empaquetar toda la biblioteca este verano. Poco a poco la vamos bajando del trastero: libros amados que ocupan el lugar que siempre han tenido, libros mal ubicados que ocupan un espacio nuevo, libros desechados o a punto de serlo, libros nuevos (sin abrir siquiera), etc.
    La semana pasada, ataqué las páginas de uno de esos que se compra con gran interés pero se olvida durante meses en la estantería. No me lo explicaba, pero debía haber sido así. Empecé a leerlo como si fuera nuevo: Todo un mundo de palabras e historias desconocidas a punto de ser descubiertas. Hasta que me dí cuenta que que ya lo había leído en su momento.
    Y no supe que era una relectura hasta que dí con las páginas que me dolían. Ese dolor de leer lo reconocí como viejo y no solucionado.
    ¿Cuántas veces deberé volver a ese libro, a esas páginas, a esas palabras, para darlo finalmente por leído?

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  5. Sulizhen, da hasta miedo encontrarse un olvido tan igual. No olvides contar lo que escribas con la Lamy, por si acaso.

    Lucía, tremendo eso de tropezarse con un dolor en mitad de un doble olvido (del libro y del propio dolor).

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  6. Mira lo que he encontrado:
    «Los recuerdos se parecen a algunos objetos, aparentemente inútiles, por los que se siente un confuso apego. Sin saber muy bien por qué razón, no nos decidimos a tirarlos y acaban amontonándose al fondo se ese cajón que evitamos abrir, como si allí fuéramos a encontrar alguna cosa que no se desea, o incluso se teme vagamente»
    MATUTE, Ana María. Paraíso inhabitado. Barcelona, Destino, 2008, pp. 7-8

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  7. Más bien ha sido un encontronazo. Se me ha quedado la nariz peor que a Belén Esteban antes del tabique de titanio.

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  8. Qué raro: no he leído ese libro, pero la cita... es como si la conociera, como si la recordara. Qué raro.

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  9. Quizá en su momento leyeras esto:
    http://blogs.elcorreodigital.com/blocdenotas/2009/4/10/recuerdo-y-silencio

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  10. Pues va a ser eso, sí. Un recuerdo dentro de un olvido. Uf.

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  11. "Cerré el libro y sentí una extraña mezcla de melancolía y esperanza. y me pregunté si un recuerdo es algo que se tiene o algo que se ha perdido. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí en paz" Woody Allen en Otra mujer.
    Será que lo que se ha conocido (o leído) puede olvidarse pero no puede volver a desconocerse.

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  12. Extrañamente, ésa es casi la única frase de una película de Woody Allen que recuerdo.

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