Entonces, el grupo al que seguía se detuvo en una fuente. Hice lo mismo. Necesitaba continuar detrás de ellos porque desconocía la ruta. Pero un par de minutos después quedó claro que habían terminado, así que esperé hasta ver pasar otro grupo que no me fuera a dejar atrás. Con ellos, casi todos muy canosos, emprendí el camino de vuelta al sur convencido de que corría detrás de siete de los 12.000 de Madrid. Y camino al sur despertó el pinchazo de la rodilla.
Mientras los siete me iban dejando atrás, me di cuenta de que los 12.000 no eran sólo12.000, sino ésos más una difusa multitud ausente, que se ha ido quedando atrás. Pero que empezaron con el resto el día que se empieza, 12 o 18 semanas antes de la carrera. Los que se tuercen un pie, se caen de una escalera, pierden un autobús, los que sufren una rodilla intermitente. Parcelas de vacío que de algún modo también construyen las multitudes que corren los 42 kilómetros.